La banda de salsa llevaba 45 minutos de su primer set en el Lula Lounge en un sábado reciente cuando Charlie Montoyo apareció en la puerta principal. Uno de los dueños del club de música vio a Montoyo y lo condujo, con sus invitados, hasta una mesa reservada. Era la que estaba más cerca del escenario.
Montoyo, de 56 años, se quitó la chaqueta y saludó a los miembros de la banda que conocía. Momentos después, Montoyo, el mánager de los Azulejos de Toronto —uno de los equipos más importantes de las Grandes Ligas de Béisbol—, estaba arriba con la banda y le dieron un güiro, un instrumento básico de la música latinoamericana. El hombre estuvo sonriendo durante las siguientes dos horas y media.
“Esta noche nos acompaña nuestro gran mánager de los Azulejos”, le dijo Luis Franco, el vocalista de la banda, al público en espanglish. Hizo una señal para que Montoyo se uniera a él en la parte delantera del escenario y continuó: “Este hombre está haciendo un trabajo impecable con nuestro equipo. Por favor, un aplauso”.
Montoyo dio un paso al frente y abrazó a Franco, mientras sonreía y saludaba al público. Pero rápidamente volvió a su posición preferida: con los miembros de la banda, entre los instrumentos.
Es posible que el béisbol sea el motor de la vida de Montoyo, pero la música ha sido el ritmo subyacente. Su oficina del estadio está repleta de bongos, congas, timbales, maracas y discos. Antes de los partidos escucha salsa para relajarse. Y, a veces, pasa los fines de semana de la temporada acompañando a las bandas en los clubes nocturnos con un güiro, un instrumento que produce sonido al frotar un palo contra una calabaza hueca con muescas.
“Charlie saltando al escenario ha sido algo que ha estado presente en toda nuestra relación”, dijo la esposa de Montoyo, Sam, en una reciente entrevista telefónica. “Recuerdo haber levantado la vista durante nuestra boda después de hablar con la gente, y él estaba en el escenario con la banda”.
En el campo, los Azulejos son un grupo diverso y animado. Después de que un jugador hace un jonrón, sus compañeros corren a conseguirle una chaqueta azul, en la que aparecen los nombres de los países representados en el equipo, desde Canadá hasta la República Dominicana, pasando por Cuba y Corea del Sur.
Montoyo es su bullicioso líder, aunque le ha costado mucho tiempo llegar a este punto. Después de 18 años muy exitosos dirigiendo en las menores para los Rays de Tampa Bay y cuatro años como entrenador en las mayores, finalmente tuvo la oportunidad de dirigir a Toronto en 2019.
Se hizo cargo de una plantilla prometedora pero reconstruida y la llevó a las eliminatorias en 2020. Los Azulejos se quedaron a una victoria de otra aparición en la postemporada la temporada pasada, pero comenzaron 2022 como una popular selección de pretemporada de la Serie Mundial. Hasta el miércoles, su balance era de 33-23.
En todo momento, la banda sonora de Montoyo ha sido la salsa.
“Ha estado fenomenal”, dijo el gerente general de los Azulejos, Ross Atkins, sobre Montoyo. “Sus experiencias siempre han sido atractivas para mí, personalmente. Sus experiencias en las ligas menores, sus experiencias como jugador, sus experiencias culturales. Ha sido exactamente lo que esperábamos al contratarlo y algo más”.
De la pequeña ciudad de Florida, Puerto Rico, Montoyo se crio en torno a la salsa y el béisbol. Tras una convocatoria de cuatro partidos con los Expos de Montreal en 1993 y 1028 partidos en las ligas menores, Montoyo se retiró y comenzó su carrera de entrenador.
“Yo siempre quise ser pelotero”, dice sentado en su oficina del Rogers Centre de Toronto. “Nunca pensé que iba a ser músico. Poco a poco, seguí tocando. Y me encanta la salsa. Pero ahora sí, me gustaría ser músico”.
A diferencia de sus hermanos, Montoyo nunca asistió a clases de música ni se unió a la banda del colegio. Al crecer, aprendió música de manera intuitiva. En las parrandas, una tradición puertorriqueña que es como cantar villancicos por la noche, ayudaba a tocar las maracas, el güiro o la pandereta mientras iban de puerta en puerta. En las reuniones en la playa, observaba cómo otros tocaban las congas y luego él las cogía.
Montoyo tiene una gran colección de instrumentos en su residencia permanente de Tucson, Arizona, y en su oficina del Rogers Centre, que también es un santuario dedicado a Puerto Rico y la salsa. Su esposa lo sorprendió con un cuadro autografiado de su músico favorito, Herman Olivera, y un nuevo juego de congas para la oficina después de ser contratado por Toronto.
Montoyo dijo que conocer a algunos de sus héroes musicales —como Roberto Roena, Oscar Hernández, Eddie Palmieri y Olivera— ha significado para él más que conocer a muchos jugadores de béisbol famosos.
Durante los entrenamientos de primavera de 2019, Montoyo organizó una actuación improvisada en su oficina de Dunedin, Florida, con el cantante Marc Anthony, cuya compañía de entretenimiento tiene una agencia de béisbol que representa al primera base estrella de los Azulejos, Vladimir Guerrero Jr. Anthony cantó “Aguanile”, el clásico de salsa de Willie Colón y Héctor Lavoe, mientras Montoyo tocaba los bongos. Otros miembros del cuerpo técnico de los Azulejos de Puerto Rico se sumaron a la fiesta.
(La noche en la que tocó en el Lula Lounge, Montoyo le mandó a Anthony un video de su actuación. “Wepa”, le respondió Anthony en espanglish. “Qué swing, papito. I love it. Made my day”).
Montoyo organiza sesiones de improvisación a menudo. Una vez invitó a unos cuantos músicos del club a su oficina, y tocaron hasta las 4:00 a. m. Pero la mayor parte del tiempo, Montoyo está solo, poniendo videos musicales en la televisión horas antes de un partido y tocando.
“Estamos en un deporte competitivo y la posición en que él está tiene mucha presión y atención desde que entra al clubhouse”, dijo Hector Lebron, de 44 años, un intérprete de los Azulejos que jugó para Montoyo en las ligas menores de Tampa Bay. “Él usa la música para relajarse un poco y para pensar”.
Montoyo tocó por primera vez en el Lula Lounge en 2019. Durante la práctica de bateo previa al juego en mayo, conoció a algunos de los músicos del club que habían escuchado sobre su habilidad musical a través de amigos mutuos. En su conversación, Luis “Luisito” Orbegoso, un conocido artista local, dijo que se daba cuenta de que Montoyo sabía de lo que estaba hablando y lo invitó al club esa noche. Montoyo acudió y tocó, y así comenzó su amistad.
“Siempre que está en Toronto, me llama y me dice: ‘¿Cuándo vamos a tocar? ¿Cuándo vamos a rumbear?’”, dijo Orbegoso, de 51 años, que nació en Perú y se mudó a Canadá a los 12 años. “Incluso en el invierno, el offseason, me contacta y me pone videos. Nosotros somos pura salsa”.
El Lula Lounge fue una de las cosas que Montoyo extrañó más de Toronto entre 2020 y 2021, cuando las restricciones fronterizas pandémicas de Canadá obligaron a los Azulejos a jugar la mayoría de sus juegos en casa en Búfalo y sus instalaciones de entrenamiento de primavera en Florida.
“Él tiene un hogar aquí”, dijo José Ortega, un copropietario del Lula Lounge que comenzó a organizar clases de baile de salsa en su apartamento en Toronto en el año 2000 antes de que eso creciera después de dos años hasta convertirse en el restaurante y el club del que es copropietario con José Nieves. Lo vemos casi como un miembro más de la banda”.
Montoyo ha tocado en el Lula Lounge seis veces en total, incluyendo dos veces esta temporada después de los partidos en casa de los sábados por la tarde. A menudo va con los directivos o los entrenadores del equipo y ha llevado a su esposa cuando estaba de visita desde Arizona, donde se queda durante el año escolar con su hijo menor. Montoyo estaba cansado el día de su visita más reciente —los Azulejos estaban en medio de un tramo de 20 días seguidos de juegos— pero el club es su escape.
“Si Sam sabe que es sábado y que hemos perdido un partido difícil y que estoy solo en el apartamento, me dice que vaya allí y disfrute”, dijo Montoyo.
Así que después de que los Azulejos vencieron a los Astros de Houston —un partido del que Montoyo fue expulsado en la quinta entrada por discutir un tercer strike a Guerrero— estuvo en el Lula Lounge con la banda Luis Franco Worldwide Salsa.
“Nosotros le decimos swing”, dijo Alex Naar, de 42 años, percusionista de la banda que le prestó a Montoyo un güiro y lo guio en los arreglos más modernos. “Él tiene un swing natural de la música. Él lo siente en el corazón. Él tiene el ritmo”.
Tras el primer set, Montoyo posó para las fotos con algunos fans. Mientras un DJ tocaba clásicos de la salsa y el reguetón, Montoyo se acercó al escenario vacío para tocar las congas al ritmo de la canción. Y cuando la banda regresó para su segundo set, se les unió.
“El béisbol es muy caribeño”, dijo Ortega, que nació en Ecuador y se crio en Nueva York. “Es puertorriqueño, es dominicano, venezolano, y todo el ritmo y el estilo y el garbo que los latinos aportan al juego. Ese ambiente, como que va de la mano. Así que para mí, cuando Charlie estaba allí, pensé: ‘Vaya, esto es una unión divertida y perfecta de todas esas cosas’”.
En todos los aspectos de su vida, Montoyo ha tratado de representar a su isla, desde el diamante hasta el escenario.
“Es difícil llegar a este nivel”, dijo sobre su trabajo. “Yo no esperaba llegar aquí, sinceramente, después de tantos años. Por eso yo tengo la bandera de Puerto Rico en mi guante, por todos lados. Yo soy orgulloso de donde yo soy y de la música”.
Poco después de la medianoche, cuando quedaban unas pocas canciones en el segundo set de su reciente visita al Lula Lounge, Montoyo terminó. Le devolvió el güiro a Naar, le dio un abrazo y se despidió. No quería irse, pero los Azulejos tenían un partido a la 1:00 p. m. Cogió su chaqueta y se fue con los empleados del equipo que habían venido. Pero volverá.
James Wagner ha cubierto béisbol —los Mets durante dos años y medio y ahora los Yankees— para The New York Times desde junio de 2016. Anteriormente trabajó en The Washington Post durante seis años y cubrió a los Washington Nationals. @ByJamesWagner• Facebook
Source: NY Times